Andrés Caldera Pietri:
El chivo expiatorio
A lo largo
de estos años, mucha gente se ha hecho eco de una campaña dirigida a hacer culpable a Rafael Caldera de todos los
males que hoy vive el país, por haber liberado a Hugo Chávez. Caldera le dio la
libertad a Chávez, pero no lo hizo presidente.
Si pensamos en
el futuro, nada peor que distorsionar nuestra historia contemporánea:
1- En 1994, Rafael Caldera culmina un proceso
de pacificación militar iniciado por los Presidentes Carlos Andrés Pérez y
Ramón J. Velázquez, quienes habían sobreseído la mayoría de los juicios a los
militares responsables de los alzamientos del 4F y 27N de 1992. La aspiración
de todos ellos era ser reincorporados a las Fuerzas Armadas. Para ese momento,
sólo quedaban en prisión y en el exilio los dirigentes de esos movimientos, a
los que mayoritariamente la
comunidad venezolana, comenzando por los ex candidatos presidenciales
Claudio Fermín, Oswaldo Álvarez Paz y Andrés Velásquez, la Conferencia
Episcopal y el Congreso de la República –donde ya se había introducido una Ley
de amnistía para liberarlos- pedía
les fueran otorgadas iguales medidas de gracia. Más aún en el caso de
Hugo Chávez, quien había llamado a la rendición de las armas.
La opinión
pública estaba tan a favor de los alzados que, habiéndose declarado éstos en
rebeldía, habían transcurrido dos años y los juicios no habían avanzado.
Si no, ¿por qué no fueron condenados durante el
año y medio en que CAP todavía era presidente, siendo víctima de los
alzamientos?
Como condición
para otorgarles el sobreseimiento, Caldera les exigió pedir la baja de la vida
militar a quienes tenían ambiciones políticas. Algunos preguntan, ¿por qué no
los inhabilitó? No están informados que, bajo la Constitución del 61, el
Presidente no tenía facultades para inhabilitar a nadie.
2- Hugo
Chávez salió de la cárcel y pasó cuatro años en el 4% de las encuestas, donde todavía estaba en diciembre de
1997, es decir, apenas un año antes de las elecciones de 1998 (cito al
Presidente de Datanálisis, Luis Vicente
León, en un artículo suyo en El
Universal en 2013: “… en diciembre de 1997, las encuestas
mostraban una favorita para ganar la elección: Irene Sáez, mientras Hugo Chávez
contaba apenas con 4% de disposición de voto…”). Elites dirigentes y sectores muy poderosos del país -que originalmente
estuvieron detrás de la candidatura de Irene- apoyaron la de Chávez,
convirtiéndolo, con el voto mayoritario de los venezolanos, en el triunfador de
esa elección.
3- En 1999, ante la propuesta de la Asamblea
Constituyente –a la que se opuso Caldera por haber sido
convocada sin antes reformar la Constitución de 1961– esas mismas élites, no sólo aceptaron
la ruptura del orden constitucional, avalada por la Sala
Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, sino también la
implementación de un sistema de elección que le dio a Chávez, con el 35% de los
votos, el control del 96% de la Constituyente. Allí
comenzó la depredación de la institucionalidad democrática venezolana.
En su primer
gobierno, Caldera hizo uso del perdón para incorporar a la vida democrática a
los dirigentes de la guerrilla armada. Como gobernante cristiano, Caldera
también perdonó a su carcelero, Miguel Silvio Sanz. No son pocos quienes
piensan que la pacificación fue fundamental para la estabilidad y el progreso
de Venezuela.
En su segundo
gobierno, la pacificación militar logró, frente a la fractura que existía en
las Fuerzas Armadas, que en el quinquenio 1994-99 no hubiera un solo intento de
alzamiento militar, pese a los reiterados llamamientos de Chávez a la
insurrección; a la gigantesca crisis financiera heredada de CAP
II-Tinoco; y a los bajos precios del petróleo.
En 1997, la
economía se estabilizó, creció y la inflación comenzó a bajar, gracias al plan
Sosa, la apertura petrolera y la agenda Venezuela. Se firmó el acuerdo
tripartito para las reformas laborales y la seguridad social, largamente
esperado en el país, y abortado por el gobierno que le sucedió.
Rafael Caldera
usaba frecuentemente el “mito de Sísifo” para
referirse a la tradición venezolana de repetir los errores del pasado. El “chivo expiatorio” es otra tradición muy nuestra para
evadir responsabilidades, buscando quien expíe nuestras culpas.
Lo trágico es
que ambas no nos permiten crecer, y avanzar
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