OPINIÓN:
El docente en
tiempos de crisis
Por
Rosana Ordóñez
José Daniel Hernández es una nueva víctima de la violencia. Hace menos de seis meses asesinaron a Oliver Villa, mi amigo, y luego al dinámico Miguel Castillo. Los tres fueron mis colegas y ex alumnos de comunicación social en le Universidad Santa María. Los docentes no sólo debemos compartir conocimientos, sino acoger en nuestros corazones a tantos estudiantes que lloran y padecen. Es parte de la tragedia cotidiana, que abarca dramas como la pobreza, el miedo, la incertidumbre, la escasez de alimentos y el desánimo.
La mitad del semestre estuvimos con la casa por cárcel, entre
paros y marchas. Algunos jóvenes se entregaron de lleno a la política, y otros
desertaron ante la imposibilidad de pagar transporte, comida y matrículas.
Educarse en Venezuela se convirtió en un lujo. Anoche recibí un correo
electrónico de un excelente alumno que culmina sus pasantías laborales, el cual
decía: “Profe, deme un chance, no tengo dinero para imprimir un trabajo de 18
páginas, vivo sólo en Caracas, apenas como y debo esperar que mi mamá consiga
algo para mandarme”. Esa frase me llevó a escribir estas líneas y al brillante
muchacho le ofrecí enviar su excelente trabajo por correo electrónico a los
integrantes del jurado.
A fines de mes algunos
no acuden a clases, y muchos docentes tampoco porque no tienen para
pagar los pasajes. Sobre todo en la noche, el hambre suele ser la compañía de
quienes siguen empeñados en lograr un nuevo escalafón académico. Alquilar un
video beam, comprar libros, son lujos ajenos.
El docente tradicional debe transformarse en un país
convulsionado y asumir un liderazgo donde el amor, la paz y la comprensión
estén presentes cada día. En ambientes inciertos debe dedicarse a conversar
sobre las dificultades del entorno, sin desestimar el componente académico. Los
estudiantes necesitan hablar, comentar, expresarse, y además también lo
requieren sus padres, quienes a veces afrontan familias que se dividen ante la
adversidad, el desempleo, la persecución política y la incertidumbre.
Las exigencias académicas deben mantenerse, centrar los
procesos en los conocimientos y hacer flexibles las normas y los
procedimientos. Vemos manuales de estilo que exigen doble espacio, páginas en blanco,
márgenes predeterminados, y la mayoría no tiene dinero para sacar una
fotocopia. La opción de enviar los trabajos por internet es válida, pero hay
estudiantes que no tienen computadora, las hojas de examen son costosas y el
papel reciclado para realizar una prueba o un taller debe incorporarse a la
academia. Los trabajos en equipo pueden complementar los esfuerzos personales
pues permiten aumentar las fortalezas del grupo y disminuir las debilidades. Los
integrantes aprenden a intercambiar ideas, definir sus competencias y a ser
responsables con los compromisos del grupo.
Algunas experiencias en este semestre tan duro me han
indicado la ruta, doy reportajes audiovisuales y producción de televisión,
hicimos las grabaciones con celulares y editamos con programas gratuitos, estos
contenidos han sido publicados en los medios, y casi todos están colgados en
you tube.
La presentación final de tesis de grado y pasantías antes eran
una fiesta con trajes lujosos, tortas, dulces, regalos a los profesores, un
grupo de docentes decidimos eliminar eso, y centrarnos en la limpieza y el
orden “como si fuéramos a buscar trabajo, profe”, para engalanar ese día
especial.,
El café o limonada en un termo o alimentos sencillos que las
madres orgullosas preparan, aderezan las largas jornadas de presentaciones
finales de tesis o pasantías pero ya no tenemos estrenos, ni peinados, ni a
toda la familia entrando en la clase. Los chicos se prestan las computadoras,
las cornetas y se ayudan entre sí. En vez de tres copias impresas, sugerimos
que tengan una como recuerdo y todo lo demás se guarda digitalizado.
No se puede apartar a la escolaridad de la vida, temas como
hambre desempleo, violencia, democracia, gobierno, ahorro y ética deben
incorporarse al diálogo amoroso aun en las materias que al parecer no tienen
relación con el entorno. La escuela debe ser el oasis entre la vida dura de la
calle y las tragedias familiares, y es allí donde el docente que sufre y padece
lo mismo que el resto de la sociedad, supera su propio ego y convertirse en
generador de amor, de paz y armonía porque esa es la esencia de nuestro oficio
de maestros.
periodista, doctorado ciencias sociales, docente.
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