Cardenal Baltazar Porras:
El chavismo sólo quiere poder
El religioso denuncia que en su país hay
hambre y muerte, miedo y represión, durante una entrevista concedida a El Mundo de España.
Por
JOSÉ MANUEL VIDAL
"No olvides que ser privilegiados no nos
da derecho a privilegios, nos obliga al servicio a los demás”. Éste fue el
consejo que el Papa Francisco le dio al cardenal Baltazar Porras Cardozo
(Caracas, 1944), tras crearlo cardenal. Y el purpurado venezolano lo trata de
cumplir. Por eso, aún a riesgo de su propia vida, denuncia que, en Venezuela
hay hambre y muerte, miedo y represión. Una situación, que preocupa al Papa y a
la Iglesia, que “no está ni a favor ni en contra del Gobierno, sino a favor de
la gente”.
¿Qué
fue lo último que le dijo el Papa cuando le hizo cardenal, un poco en privado?
Lo que nos señaló en la carta a cada uno
de los nuevos cardenales: que esto no es un honor, sino un servicio a la
Iglesia. Un servicio que tiene que tener por delante a los más pobres. Creo que
los gestos que tuvo tanto en el consistorio como posteriormente, así lo
indican. Lo que quiere esencialmente es prolongar ese carisma, que es el sello
que le está poniendo a su Pontificado y que no es un populismo barato, ni una
pastoral sin fondo, sino la vivencia de un hombre que ha sido rectilíneo en su
actuar, primero como jesuita, después como arzobispo de Buenos Aires y, ahora,
como Papa. Quiere poner de relieve lo que puede ofrecer la Iglesia
latinoamericana: sencillez, cercanía y una reflexión desde el pobre, desde las
periferias, que son las que dan el sentido de alegría y de esperanza. Llevo
grabada una frase que el Papa me ha repetido varias veces: “No te olvides de
que somos privilegiados. Porque, ¿tú pensabas alguna vez que ibas a ser
arzobispo o cardenal? ¿O yo, que iba a ser Papa? Pues no. Pero cuidado, ser
privilegiados no nos da derecho a privilegios. Nos obliga al servicio a los
demás. No te olvides”.
¿En su
caso concreto, el cardenalato refuerza su posición en Venezuela?
En mi caso concreto, de alguna manera es
un reconocimiento, un espaldarazo a lo que ha sido la postura de la Conferencia
Episcopal a lo largo de todos estos años, en medio de la crisis profunda que
está viviendo el país. Que es una crisis de sistema. Creo que no se puede decir
que éste sea un buen o mal Gobierno, sino, sencillamente, que es un modelo que
nunca ha dado resultado y que ahora tampoco lo da. Un modelo que lo que ha
hecho es aumentar la pobreza, disminuir la calidad de vida de los venezolanos
por falta de alimentos, de medicamentos, y por una creciente violencia amparada
en buena parte en la impunidad, que nos hace tener más muertos que los países
que están en conflicto. Sólo en el mes de enero de 2017 hubo más de 2.500
muertes violentas. Son cifras realmente astronómicas.
Se
nota que están ustedes sufriendo. Recientemente, estuvo en Madrid monseñor
Ubaldo Santana y lloró públicamente, hablando de Venezuela.
La cercanía que tenemos en todos los
niveles en la Iglesia en Venezuela hace que uno sienta y lleve dentro el dolor
de mucha gente. ¡Cuánta gente se nos acerca a diario a decirnos que no tiene
qué comer! O que no tiene el medicamento que necesita. A veces, para cuestiones
normales, insignificantes: una gripe o una fiebre. Pero otros sienten que la
vida se les va yendo, porque necesitan un tratamiento permanente para enfermedades
graves, y no lo consiguen. Indudablemente que eso nos pega. Nos tiene que
pegar, porque no somos insensibles y compartimos la vida con nuestra propia
gente.
¿Tiene
problemas de ese tipo en su diócesis?
Tengo un seminario de 120 muchachos. Es
un verdadero milagro poder conseguir lo necesario para mantenerlo. En el menor,
son unos 40. Y unos 80 en el mayor, de varias diócesis. Tenemos muchas
dificultades en el tema de alimentación y de otras cosas necesarias para la
educación, como poder tener acceso internet o poder comprar libros
especializados de Teología o de Filosofía. En fin, las cosas normales en
cualquier sociedad son negadas sistemáticamente aquí.
¿La
escasez es total, entonces?
Sí. La escasez es enorme, falta de todo.
El Gobierno dice que se debe a que hay acaparamiento por parte de la derecha,
por parte de gente sin alma. Lo cual no es cierto. Lo que pasa es que se han
cerrado tantas empresas en el país, que se ha dejado de producir. Venezuela es
un país que se ha querido acostumbrar a la renta petrolera, y, claro, cuando el
petróleo estaba a 100 o más, se podían hacer las barbaridades que se hicieron.
Ahora que no lo hay, tampoco hay capacidad de importar, porque se ha dejado de
producir muchas cosas, al ser expropiadas las empresas. Además, el Gobierno
pone una serie de normas que hacen que la situación sea insostenible. Por
ejemplo, pone unos precios a las cosas que no se compaginan con la realidad. Lo
que provoca el sistema cambiario que tenemos es hacer más pobres a los pobres.
Y los que tienen posibilidad de invertir, no hay manera de que puedan hacer
presupuesto de nada, porque la inflación sube de un día para otro y se lo come.
Se come absolutamente todo. Y todos estos aumentos de sueldo que ha habido, y
los que se están anunciando…, para aumentar los sueldos habrá que volver a
producir. De hecho, la realidad es que la inmensa mayoría de la población
venezolana ha bajado de peso.
¿De
peso físico?
Sí, físico, porque no hay qué comer y lo
que hay no aporta las proteínas necesarias. Mucha gente no tiene para comer.
Hay padres y madres de familia que hacen una sola comida al día, para que sus
hijos puedan comer un poco más que ellos.
Sorprende
que en un clima así no haya una revuelta o una explosión social..
Aunque pueda parecer que la gente es indiferente,
no es así. Tenemos que tener en cuenta que estamos en un régimen, en el que las
libertades están muy coartadas. En el que la utilización del amedrentamiento,
del temor, del miedo, es permanente. En este momento, el gran empleador es el
Gobierno. Con una cantidad de empleos que no son en absoluto productivos y que
no generan riqueza. Indudablemente es una situación en la que, como decía el
padre Ugalde hace poco, el grito que nosotros pegamos es porque estamos en el
camino de la muerte. Muerte por desnutrición. ¡Cuántos niños y cuántos ancianos
se van quedando en el camino! Y cuántas personas disminuyen en sus calidades de
vida. Muerte también de familias, que tienen que separarse. Tenemos más de dos
millones de venezolanos que se han ido al extranjero, en un país que nunca tuvo
en su historia tradición de emigrar.
Al
contrario, siempre recibió emigrantes, entre ellos, muchos españoles.
Españoles, italianos, portugueses, de
América Latina: colombianos, dominicanos haitianos…Vivir ahora una situación
contraria desgarra. Desgarra los hogares. Cuántos padres tienen a sus hijos por
ahí repartidos, con las situaciones que hoy se dan en el mundo entero con el
tema de las migraciones. Hoy, no son las condiciones de unas décadas atrás, en
las que se acogía fácilmente. Ante este drama, nos encontramos con un Gobierno
cuyo fin primordial es mantenerse en el poder. Y por eso, cada día aumenta la
represión. Se cierran los canales de expresión de la gente y no se respeta la
Constitución. Lo vemos en las elecciones: no se reconoce la autonomía de los
poderes. El poder Legislativo, que fue elegido democráticamente y que no
favoreció al Gobierno, está prácticamente arrinconado y no se le permite ningún
tipo de competencia.
¿Eso
quiere decir que no hay salida?
Salida, la hay. Aunque la necesidad de
la gente es de tal magnitud, que pareciera que lo que quiere propiciar el
Gobierno es violencia. Hay un discurso permanente de paz y de diálogo, pero los
hechos van por otro camino. Lo que quiere la Iglesia y otros muchos sectores de
la población es una salida pacífica, pero se está demostrado que es inviable.
El camino en el que estamos no tiene correctivo. Crece día a día la represión y
el amedrentamiento, y eso, en un momento dado, puede dar pie a la
irracionalidad y a una violencia, que lo que generaría sería dolor y muerte.
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