miércoles, 22 de marzo de 2017

POLÍTICA: Cardenal Baltazar Porras: El chavismo sólo quiere poder

Cardenal Baltazar Porras:
El chavismo sólo quiere poder
 El religioso denuncia que en su país hay hambre y muerte, miedo y represión, durante una entrevista concedida a El Mundo de España.
Por JOSÉ MANUEL VIDAL
"No olvides que ser privilegiados no nos da derecho a privilegios, nos obliga al servicio a los demás”. Éste fue el consejo que el Papa Francisco le dio al cardenal Baltazar Porras Cardozo (Caracas, 1944), tras crearlo cardenal. Y el purpurado venezolano lo trata de cumplir. Por eso, aún a riesgo de su propia vida, denuncia que, en Venezuela hay hambre y muerte, miedo y represión. Una situación, que preocupa al Papa y a la Iglesia, que “no está ni a favor ni en contra del Gobierno, sino a favor de la gente”.
¿Qué fue lo último que le dijo el Papa cuando le hizo cardenal, un poco en privado?
Lo que nos señaló en la carta a cada uno de los nuevos cardenales: que esto no es un honor, sino un servicio a la Iglesia. Un servicio que tiene que tener por delante a los más pobres. Creo que los gestos que tuvo tanto en el consistorio como posteriormente, así lo indican. Lo que quiere esencialmente es prolongar ese carisma, que es el sello que le está poniendo a su Pontificado y que no es un populismo barato, ni una pastoral sin fondo, sino la vivencia de un hombre que ha sido rectilíneo en su actuar, primero como jesuita, después como arzobispo de Buenos Aires y, ahora, como Papa. Quiere poner de relieve lo que puede ofrecer la Iglesia latinoamericana: sencillez, cercanía y una reflexión desde el pobre, desde las periferias, que son las que dan el sentido de alegría y de esperanza. Llevo grabada una frase que el Papa me ha repetido varias veces: “No te olvides de que somos privilegiados. Porque, ¿tú pensabas alguna vez que ibas a ser arzobispo o cardenal? ¿O yo, que iba a ser Papa? Pues no. Pero cuidado, ser privilegiados no nos da derecho a privilegios. Nos obliga al servicio a los demás. No te olvides”.
¿En su caso concreto, el cardenalato refuerza su posición en Venezuela?
En mi caso concreto, de alguna manera es un reconocimiento, un espaldarazo a lo que ha sido la postura de la Conferencia Episcopal a lo largo de todos estos años, en medio de la crisis profunda que está viviendo el país. Que es una crisis de sistema. Creo que no se puede decir que éste sea un buen o mal Gobierno, sino, sencillamente, que es un modelo que nunca ha dado resultado y que ahora tampoco lo da. Un modelo que lo que ha hecho es aumentar la pobreza, disminuir la calidad de vida de los venezolanos por falta de alimentos, de medicamentos, y por una creciente violencia amparada en buena parte en la impunidad, que nos hace tener más muertos que los países que están en conflicto. Sólo en el mes de enero de 2017 hubo más de 2.500 muertes violentas. Son cifras realmente astronómicas.
Se nota que están ustedes sufriendo. Recientemente, estuvo en Madrid monseñor Ubaldo Santana y lloró públicamente, hablando de Venezuela.
La cercanía que tenemos en todos los niveles en la Iglesia en Venezuela hace que uno sienta y lleve dentro el dolor de mucha gente. ¡Cuánta gente se nos acerca a diario a decirnos que no tiene qué comer! O que no tiene el medicamento que necesita. A veces, para cuestiones normales, insignificantes: una gripe o una fiebre. Pero otros sienten que la vida se les va yendo, porque necesitan un tratamiento permanente para enfermedades graves, y no lo consiguen. Indudablemente que eso nos pega. Nos tiene que pegar, porque no somos insensibles y compartimos la vida con nuestra propia gente.
¿Tiene problemas de ese tipo en su diócesis?
Tengo un seminario de 120 muchachos. Es un verdadero milagro poder conseguir lo necesario para mantenerlo. En el menor, son unos 40. Y unos 80 en el mayor, de varias diócesis. Tenemos muchas dificultades en el tema de alimentación y de otras cosas necesarias para la educación, como poder tener acceso internet o poder comprar libros especializados de Teología o de Filosofía. En fin, las cosas normales en cualquier sociedad son negadas sistemáticamente aquí.
¿La escasez es total, entonces?
Sí. La escasez es enorme, falta de todo. El Gobierno dice que se debe a que hay acaparamiento por parte de la derecha, por parte de gente sin alma. Lo cual no es cierto. Lo que pasa es que se han cerrado tantas empresas en el país, que se ha dejado de producir. Venezuela es un país que se ha querido acostumbrar a la renta petrolera, y, claro, cuando el petróleo estaba a 100 o más, se podían hacer las barbaridades que se hicieron. Ahora que no lo hay, tampoco hay capacidad de importar, porque se ha dejado de producir muchas cosas, al ser expropiadas las empresas. Además, el Gobierno pone una serie de normas que hacen que la situación sea insostenible. Por ejemplo, pone unos precios a las cosas que no se compaginan con la realidad. Lo que provoca el sistema cambiario que tenemos es hacer más pobres a los pobres. Y los que tienen posibilidad de invertir, no hay manera de que puedan hacer presupuesto de nada, porque la inflación sube de un día para otro y se lo come. Se come absolutamente todo. Y todos estos aumentos de sueldo que ha habido, y los que se están anunciando…, para aumentar los sueldos habrá que volver a producir. De hecho, la realidad es que la inmensa mayoría de la población venezolana ha bajado de peso.
¿De peso físico?
Sí, físico, porque no hay qué comer y lo que hay no aporta las proteínas necesarias. Mucha gente no tiene para comer. Hay padres y madres de familia que hacen una sola comida al día, para que sus hijos puedan comer un poco más que ellos.
Sorprende que en un clima así no haya una revuelta o una explosión social..
Aunque pueda parecer que la gente es indiferente, no es así. Tenemos que tener en cuenta que estamos en un régimen, en el que las libertades están muy coartadas. En el que la utilización del amedrentamiento, del temor, del miedo, es permanente. En este momento, el gran empleador es el Gobierno. Con una cantidad de empleos que no son en absoluto productivos y que no generan riqueza. Indudablemente es una situación en la que, como decía el padre Ugalde hace poco, el grito que nosotros pegamos es porque estamos en el camino de la muerte. Muerte por desnutrición. ¡Cuántos niños y cuántos ancianos se van quedando en el camino! Y cuántas personas disminuyen en sus calidades de vida. Muerte también de familias, que tienen que separarse. Tenemos más de dos millones de venezolanos que se han ido al extranjero, en un país que nunca tuvo en su historia tradición de emigrar.
Al contrario, siempre recibió emigrantes, entre ellos, muchos españoles.
Españoles, italianos, portugueses, de América Latina: colombianos, dominicanos haitianos…Vivir ahora una situación contraria desgarra. Desgarra los hogares. Cuántos padres tienen a sus hijos por ahí repartidos, con las situaciones que hoy se dan en el mundo entero con el tema de las migraciones. Hoy, no son las condiciones de unas décadas atrás, en las que se acogía fácilmente. Ante este drama, nos encontramos con un Gobierno cuyo fin primordial es mantenerse en el poder. Y por eso, cada día aumenta la represión. Se cierran los canales de expresión de la gente y no se respeta la Constitución. Lo vemos en las elecciones: no se reconoce la autonomía de los poderes. El poder Legislativo, que fue elegido democráticamente y que no favoreció al Gobierno, está prácticamente arrinconado y no se le permite ningún tipo de competencia.
¿Eso quiere decir que no hay salida?
Salida, la hay. Aunque la necesidad de la gente es de tal magnitud, que pareciera que lo que quiere propiciar el Gobierno es violencia. Hay un discurso permanente de paz y de diálogo, pero los hechos van por otro camino. Lo que quiere la Iglesia y otros muchos sectores de la población es una salida pacífica, pero se está demostrado que es inviable. El camino en el que estamos no tiene correctivo. Crece día a día la represión y el amedrentamiento, y eso, en un momento dado, puede dar pie a la irracionalidad y a una violencia, que lo que generaría sería dolor y muerte.

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