¿Nicolás Maduro?
Tantos y tan frecuentes son los lamentables exabruptos del presidente
venezolano Nicolás Maduro,
tantos y tan graves los problemas de Venezuela, que cuesta creer que la
situación económica y política del país pueda empeorar.
Pero empeora. Hace unos días, Maduro
intervino la cadena de tiendas Día a Día
y la cadena de farmacias Farmatodo,
y encarceló a varios de sus ejecutivos. Su delito, según el presidente, era fomentar el desabastecimiento y el
mercado negro y, de paso. hacer más largas las colas que hace la gente frente a
las tiendas cuando llegan productos a precio oficial.
Mientras acusa al vicepresidente norteamericano, Joe Biden, de orquestar un sangriento golpe de estado para
derrocarlo, Maduro se lanza también contra tres ex presidentes latinoamericanos
que han tenido la iniciativa de ir a Venezuela a participar en un foro político
organizado por un grupo opositor. El mandatario venezolano acusa a los
organizadores del evento de ser un grupo terrorista financiado por el
narcotráfico.
Los tres ex presidentes -Felipe
Calderón de México, Andrés Pastrana
de Colombia y Sebastián Piñera de
Chile- anuncian su intención de visitar al líder de las protestas callejeras de
fines de 2013, Leopoldo López, quien
lleva un año encarcelado bajo la acusación de -ya adivinaron- orquestar un
golpe para derrocarlo.
Hay escasez de casi todos los productos y muchos de ellos son de primera
necesidad, desde pañales a una gran cantidad de alimentos. Los largos años de
petróleo caro, cuyo chorro de dólares subvencionó a Hugo Chávez primero y
después a Maduro, permitieron no sólo financiar programas sociales sino también
importar de todo. Hoy el 70% de los alimentos que consumen los venezolanos son
importados y el precio del petróleo ha bajado más de 60%. El chorro de
petrodólares se ha reducido a menos de la mitad y la plata no alcanza para
importar lo que se necesita. Maduro
opina que los tres ex mandatarios son un grupo de vagos y no les permite
visitar al dirigente encarcelado.
La escasez no es sólo culpa del gobierno venezolano, por cierto, Maduro
no dicta el precio internacional del petróleo. Pero el desabastecimiento
tampoco es culpa del petróleo: ya escaseaban algunos productos de primera
necesidad, como el papel higiénico, a fines de 2013.
De lo que sí son culpables el gobierno de Maduro y el de Chávez es de
una desastrosa administración financiera. El control de precios, establecido
para que los pobres tuvieran acceso al consumo, ha terminado en una inflación
de más del 60% al año, que perjudica mucho más a los pobres que a los ricos.
La gasolina en Venezuela cuesta 2 centavos de dólar el litro -el precio
más bajo de todo el mundo-, por obra y gracia de un gigantesco subsidio que le
hace perder al país casi US$10.000 millones al año. Y el control del
precio del dólar, como siempre sucede, ha creado el mercado negro.
El desabastecimiento y la inflación son más graves para el gobierno
porque son problemas que afectan a diario a la gente. Mientras los
supermercados y farmacias estaban bien abastecidos y los precios se mantenían bajos,
el pueblo venezolano veía lo bueno de la revolución bolivariana y no prestaba
mucha atención a problemas más abstractos como la libertad de prensa o los
arrestos arbitrarios a líderes de la oposición.
Ahora la cosa ha cambiado. Maduro tiene menos de 20% de apoyo y su
popularidad cae en picada. Y como ya no puede negar ni ignorar los problemas
económicos que tiene el país, se dedica a echarle la culpa a los empresarios, a
la oposición, a Estados Unidos. Todos están orquestando un golpe de estado para
derrocarlo.
Tan mal está la cosa para Maduro que hasta sus más incondicionales
aliados extranjeros han comenzado a titubear. El reciente
acercamiento de Cuba a Estados Unidos indica, entre otras cosas, un alejamiento
de Venezuela. Raul Castro sabe que la ayuda financiera y petrolera venezolana
está por terminar y la dependencia cubana de Venezuela es grande. Acaso por
mera contabilidad, Cuba se aleja de la revolución bolivariana y empieza a
flirtear con el imperialismo yanqui.
Pobre Maduro. Lo triste, lo irónico de su actitud es que si no reconoce
sus errores y emprende acciones para resolver esos problemas, la situación va a
empeorar hasta que de verdad haya un golpe de estado.
Lo triste, lo trágico de su actitud es que si reconoce su
responsabilidad y emprende acciones para resolver los problemas --libertad de
precios, dólar flotante, fin al subsidio de la gasolina-- al comienzo las cosas empeorarán mucho más y más rápidamente. Eso, casi con
certeza, haría caer al gobierno.
Nicolás Maduro ha sido un verdadero desastre para Venezuela, pero
no hay que tenerle tanta animosidad. Haga lo que haga, su historia no va a
tener un final feliz.
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