Día Mundial de Enfermedades Raras
VIVIR
DÍA A DÍA CON ENFERMEDADES RARAS
COMO
POLICITEMIA VERA Y MIELOFIBROSIS
El
28 de febrero se
cumple el octavo año
consecutivo en que se conmemora el Día
Mundial de las Enfermedades Raras, una oportunidad para crear conciencia
sobre enfermedades desconocidas que se calcula afectan a una persona o menos de
cada 100.000. El tema de este año, “Vivir con una enfermedad rara, día a día,
mano a mano” (“Living with a rare disease, day-by-day, hand-in-hand”) rinde tributo a los pacientes que
padecen estos trastornos típicamente crónicos y debilitantes, y a quienes los
acompañan y apoyan durante este proceso.
Entre las cerca de 7.000 enfermedades que caen en la categoría de
enfermedades raras, hay dos –policitemia
vera y mielofibrosis– que han
sido reconocidas recientemente por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) como neoplasias mieloproliferativas o cáncer
de la sangre. Los síntomas de estas afecciones pueden
ser similares a los de otras enfermedades más conocidas, lo que lleva a que
muchos casos no se reporten o se diagnostiquen erróneamente.
A pesar de ser una enfermedad rara,
la policitemia vera es el segundo cáncer de la sangre más común, después de la leucemia mieloide crónica, y los
cálculos indican que, cada año, podría afectar a más de 11.800 personas en
Latinoamérica. Se caracteriza por una sobreproducción de glóbulos sanguíneos en
la médula ósea, y síntomas entre los que
se encuentran prurito o escozor en
la piel (sobre todo después de ducharse), falta de aire, fatiga y debilidad, pérdida
de peso inexplicable, dolores de cabeza, trastornos visuales y vértigo, náusea,
zumbido en los oídos, sangramiento, hematomas o coágulos sanguíneos, bazo
agrandado, dolor en el tórax o insuficiencia cardíaca e inflamación dolorosa de
las articulaciones.
Debido al aumento de la viscosidad
de la sangre como resultado de la sobreproducción de glóbulos rojos, los
pacientes de policitemia vera están
bajo un alto riesgo de desarrollar coágulos sanguíneos, y son cuatro veces más
propensos a morir de un evento cardíaco. Además, la policitemia vera está asociada con una posible
transformación en mielofibrosis o
leucemia mieloide aguda, una forma agresiva de leucemia que es prácticamente
incurable y tiene una tasa de supervivencia muy baja.
La mielofibrosis conlleva una producción anormal de glóbulos rojos y
blancos y de plaquetas, lo cual provoca la cicatrización de la médula ósea, agrandamiento
del bazo y síntomas debilitantes –como fatiga, falta de aire,
pérdida de peso, fiebre, sudoraciones nocturnas, palidez, formación de
hematomas con facilidad, susceptibilidad a sangramiento e infecciones, molestia
o dolor abdominal, escozor, dolor en los huesos, e inactividad o movilidad
comprometida. Estos síntomas reducen
la capacidad funcional del paciente y su calidad de vida, la cual se ha
comparado con la calidad de vida de los pacientes que sufren de cáncer
metastásico recurrente, cáncer de seno y/o estadios avanzados de cáncer de
ovario.
Si
no se trata, la mielofibrosis puede
llevar a complicaciones más graves. Para casi el 23% de los pacientes, la
enfermedad comienza a transformarse en leucemia tan pronto como a los 31 meses después
del diagnóstico; y los estudios muestran que a los 10 años después del
diagnóstico inicial, casi el 25% de los pacientes sufre una transformación a
leucemia mieloide aguda.
Tanto
la policitemia vera como la mielofibrosis
son provocadas por una señalización no regulada en la vía JAK, asociada con una mutación del gen JAK2 presente en más del 60% de los pacientes con mielofibrosis, y el 95% de los pacientes
de policitemia vera. Esto trae como
resultado una producción anormal de glóbulos rojos y blancos y de plaquetas en
la médula ósea –donde normalmente se producen los glóbulos sanguíneos
saludables– y agrandamiento del bazo, donde comienza la sobreproducción de
glóbulos sanguíneos debido a la función insuficiente de la médula ósea.
Estas alteraciones a nivel
molecular pueden ser difíciles de entender. El Dr. Juan Carlos Solís, hematólogo del Instituto Mexicano del Seguro Social, y jefe de la clínica para el
tratamiento de neoplasias
mieloproliferativas crónicas Filadelfia negativas, ofrece un ejemplo con el
que nos podemos identificar: “Si llegamos a nuestra casa de noche,
tenemos que subir un switch para prender la luz. Y cuando desocupamos la habitación
o salimos, bajamos el switch para que no se gaste la luz. Ese switch, vamos a
llamarle ‘gen JAK2’. Cuando a nosotros se nos baja el nivel de hemoglobina, o
tal vez las plaquetas, o tal vez los glóbulos blancos, entonces el switch se
prende. Tiene un estímulo y se empiezan a producir estas células. Cuando llega
al límite establecido, que el organismo ya cuenta con sus glóbulos rojos,
glóbulos blancos, o plaquetas necesarias, se baja el switch. Pero ¿qué pasaría
si ese switch se quedara encendido? Entonces, habría la sobreproducción. Se
supone que ese gen JAK2 sería ese switch. Si está mutado, estaría siempre
encendido y siempre se estarían reproduciendo las células”.
En
la mayoría de los casos, no hay cura
para la mielofibrosis y hasta hace poco, los medicamentos que se usaban
para reducir los síntomas no eran específicos. Por otra parte, mientras la policitemia
vera puede manejarse con eficacia por largos períodos de tiempo a través de flebotomías
y tratamientos que reducen el número de glóbulos rojos o plaquetas, una parte
de los pacientes son, o pueden volverse intolerantes o resistentes a estos
medicamentos, lo que puede llevar a que no puedan controlar su enfermedad de
manera eficaz y a tener riesgos mayores de progresión.
El New England Journal of Medicine publicó recientemente
los resultados de un ensayo clínico pivotal
Fase III donde se demuestra una mejora notable en el control del
hematocrito y la reducción en el tamaño el bazo en pacientes de policitemia vera que usaron un
inhibidor de JAK después de tener
una respuesta inadecuada a efectos secundarios inaceptables a la hidroxiurea, un
fármaco común usado para reducir el conteo de glóbulos sanguíneos. Debido
también a la relación de la mutación del JAK en la policitemia vera, “ha
resultado atractiva la hipótesis de que los inhibidores del JAK van a funcionar
en esta enfermedad también”, afirma el Dr. Miguel Arturo Pavlovsky, hematólogo y director médico-científico de
FUNDALEU, en Buenos Aires, Argentina.
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